ADOPTAR A UN CANHIJO

Es uno de los momentos más emocionantes que he vivido y a la vez el más triste. Yo siempre digo que todos deberíamos ir por lo menos una vez en la vida a ver la realidad de lo que es una protectora, perros suplicándote con ladridos o miradas que los saques de ahí, y otros resignados que ni se levantan después de años de espera. Además, los trabajadores, que no suelen ser muchos y tienen muchas tareas, hacen lo que pueden para mantenerlos en el mejor estado. Os confieso que nunca he salido de una protectora sin llorar pensando en los que se quedan.

Yo he tenido dos experiencias de adopciones en mi vida y las dos han sido tan buenas que estoy convencida de que no serán las últimas. Ambas han sido completamente diferentes, pero igual de apasionantes.

La primera vez que fuimos mi familia y yo a una protectora fue muy duro. Nos dimos una vuelta por las jaulas, pero no pudimos elegir ninguno, nos fuimos a casa angustiados, ¿cómo vamos a elegir uno cuando te los quieres llevar a todos?

Días después volvimos a hacer otro intento y siendo conscientes de que no iba a ser tan fácil la selección, después de un rato dando vueltas, decidimos pedir ayuda a una trabajadora. Nuestra salvadora nos preguntó por nuestro estilo de vida, si vivíamos en piso o si queríamos un perro activo. A continuación, nos llevó a uno de las jaulas y nos señaló una perra que ni siquiera habíamos visto porque no ladraba y estaba tapada por los que estaban delante ladrando. ¡Era una preciosidad y lo mejor es que no habíamos tenido que elegir nosotros!

Se llamaba Milka y tenía su por qué, era tan buena como el chocolate, y vaya si era buena. Milka iba por la vida robando corazones, lo único que quería era recuperar esas caricias que le robaron durante tanto tiempo y si no hubiéramos estado atentos más de una vez se la hubieran llevado pensando que no tenía dueño. Después de 10 años desde que se nos fue, hoy es el día que no le falta el beso de buenas noches y buenos días que mi madre da a su foto. Milka fue una canhija perfecta.

La segunda vez que decidimos adoptar yo iba con un poco de miedo porque no sabía si iba a poder querer al nuevo miembro de la familia como había querido a Milka, pero hay muchos canhijos que nos necesitan. Así que allí fuimos, aunque esta vez no perdimos el tiempo, pedimos consejo directamente, y así llegó el terremoto Luna a nuestras vidas. Lo gracioso es que vienes de tener una perra tranquila, que nunca ha roto nada, que no se nota su presencia, nunca ladra y te piensas que la siguiente va a ser igual, jajajaja, ¡qué inocentes!

Mi Lunilla nos volvió locos desde el principio, pero bendita locura… a mi hermana le robó 20€, yo la pillé con mis botas favoritas en la boca, la mesa de la sala ya no es tan perfecta como cuando se compró, los zócalos tienen unas marcas made by Luna… A pesar de todo esto nosotros nunca nos enfadamos, le dimos tiempo para que se adaptara y ahora no es ni la sombra de la canhija que adoptamos. Sigue haciendo sus travesuras y además con la edad se ha vuelto más maniática y cascarrabias, pero la adoramos tal y como es. Luna es una canhija estupenda.

Adoptar es lo mejor del mundo, ayudar a estos seres especiales es tan satisfactorio. Les cambias la vida y ves el agradecimiento en sus ojos todos los días, a la vez que tu nunca te volverás a sentir solo y ya tendrás un compañero dispuesto a ir contigo hasta el fin del mundo.

Yo siempre querré a Milka y Luna, mis canhijas que cambiaron mi mundo.

MILKA

LUNA